Hace poco, en Banfield, hubo un tremendo revuelo porque a una persona se le había escapado su "mascota", una boa de 30 kilos llamada Margarita. Por suerte, encontraron a Margarita. Pero a veces, algunas historias de mascotas atípicas no tienen finales felices. O al menos para algunos.
Este libro cuenta la historia de una señora muy paqueta, que saca a pasear a su cocodrilo. La señora teme por la seguridad de su mascota porque considera que hay muchos peligros en la calle que pueden afectar a su bicho. Pero Hermancito, el cocodrilo, lejos de sentirse amenazado, disfruta el paseo y se da un festín. Come todo lo que el paisaje le ofrece. Por ejemplo, en el camino se encuentra con un pato. Su dueña le dice que tenga cuidado, que los patos pueden asustarlo. En la siguiente página leemos un "Ñam", vemos una pluma volando y un cocodrilo más gordo. Sin embargo, la señora cree que el pato simplemente se ha ido y sigue pensando en el peligro que pudo pasar su querida mascota.
Las ilustraciones de Hanne Bartholin complementan el relato. La señora está caracterizada con un atuendo muy extravagante que favorece la construcción del personaje. Asimismo, resulta un gran acierto que el cocodrilo engorde después de cada bocado. Y, a su vez, que las fotografías de la casa y la escena de la cena subrayen la idea de que Finn Herman es un mimado.
El libro es muy divertido e interesante porque hace una crítica desde la exageración. Y, a la vez porque, a pesar de todo, Finn Hermann nos cae simpático. Eso sí, me cruzaría de calle si lo viera. Y ojo que no es tan raro, dicen que en Australia una señora tiene un cocodrilo en su casa. Por suerte, por el momento en mi barrio solo veo personas con perros. Después de conocer esta historia, es un gran alivio.
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