domingo, 27 de marzo de 2016

Los libros y las sopas

Para que un niño tome la sopa, quien prepara la comida se esfuerza por hacerla atractiva. Algunos utilizan fideos con formas de letras o de estrellitas, otros se toman el trabajo de cortar las verduras con formas creativas. Una nube, un corazón, un hipopótamo. Los adultos saben porque leyeron a Mafalda que la sopa  no suele gustarle a los niños. Pero no saben por qué. Es cierto que las papilas gustativas infantiles son diferentes a las de un adulto. Rechazan lo amargo y, en cambio, aceptan con entusiasmo lo excesivamente dulce. Sin embargo, no hay razones biológicas para que a los niños no les guste la sopa. Hay distintos tipos de sopas y con ellas gustos. Hay sopas de tomates, de calabaza, con crema, sin crema. Por eso, no hay razones de ese tipo. En realidad, a los niños no les gusta la sopa porque es una imposición. Se debe tomar la sopa porque hace bien, para crecer. No porque sea rica. El adulto no logra transmitirle al niño lo bien que huele y sabe una sopa de verduras en invierno. Lo mismo sucede con los libros.



Se les dice a los niños que tienen que leer porque leer es bueno. Porque van a aprender a escribir mejor. Es cierto. Pero no se les dice algo importante y fundamental, que la literatura hay que leerla por gusto. Que hay distintos tipos de textos y que algunos le van a gustar más o menos que otros. Que están ahí para saborearlos y devorarlos. Es ahí cuando los adultos lo confunden todo y cometen el error de poner después de una historia una sopa de letras. En vez de confiar en el texto se pone una secuencia de juegos y actividades al final de la historia. Imagínense lo que sería leer los cuentos de Borges, las novelas de Benito Peréz Galdós, las obras de teatro de Moliére y sobre el final encontrar una sopa de letras. O una guía de actividades con preguntas de tipo: ¿quién es el personaje principal? Estoy reflexionando sobre la historia mitológica, llorando por la pobre Fortunata, riendo con los modales del burgués gentil hombre y tengo que encontrar la palabra minotauro, escribir Fortunata, Jacinta y Juanito Santa Cruz, y unir con flecha burgués con gentilhombre porque eso supuestamente haría más divertida o comprensible la historia. Paparruchadas.

Los libros son como las sopas. Solo falta que sepamos abrir el apetito con el olor de un libro nuevo, con los colores y formas de las imagenes, con la exquisitez propia del texto.







No hay comentarios:

Publicar un comentario

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...