jueves, 8 de febrero de 2018

El zoo de Joaquín, de Pablo Bernasconi

¿De qué se trata "El zoo de Joaquín"? Joaquín quiere ser inventor y se pone manos a la obra. Toma algunos cachivaches y fabrica diez animales para que le hagan compañía. 


En primer lugar, cabe aclarar algunas cosas. Cualquiera puede ser inventor, Homero Simpson lo demuestra en su competencia con Thomas Edison. No son las mejores creaciones, de hecho, la alarma "todo está bien" es irritante. Y hasta Roberto Arlt, un hombre muy inteligente, ha fracasado en su proyecto de hacer medias de caucho. Pero lo cierto es que cualquiera puede crear algo nuevo aunque después aparezca en la lista de los inventos más inútiles de todos los tiempos. Ser creativo es ser humano. 

Por otra parte, es importante tener en cuenta que los niños son muy creativos y muchos sueñan con ser inventores como Joaquín. Por eso, es muy triste cuando se pretende limitar la creatividad de un niño. 

Otra cosa que me parece que vale la pena tener en cuenta, que los chicos lo saben pero que los adultos se olvidan, es que cualquier cosa puede ser un juguete. Por ejemplo, una caja de cartón. Que los avances tecnológicos no nos hagan olvidar de que jugábamos con piedras a la payana.

Hechas estas aclaraciones, debo decir que el libro "El zoo de Joaquín", de Pablo Bernasconi, es un libro muy creativo, que permite desplegar la imaginación de sus lectores. Veamos. Los animales están hechos con objetos o con plantas de uso cotidiano. Por ejemplo, Joaquín crea un hipopótamo con un rallador. Asimismo, la narración tiene rima y juego de palabras, e ideas disparatadas, lo que demuestra su creatividad para contar una historia. Además, las imágenes son sumamente interesantes, fuera de lo común.


¿Qué hicimos con este libro tan lindo? Después de leer el libro, comentarlo, observar los detalles de las imágenes, los niños inventaron su propio animal. A su diseño le sacaron flechas para escribir de qué estaba hecho. También debían escribir y contar su idea, qué habían elegido y por qué. Pienso que quizás la consigna se podría hacer más amplia y habilitar otro tipo de inventos.

A otro niño, al que le leí el libro, se le ocurrió hacer un león con cajas de cartón de distintos tamaños, hilo sisal para la melena y tela para la cola. Algo más convencional. Pero sin dejar de ser una creación. Le gustaba construir cosas con cartón, veía una caja y la guardaba. Hizo espadas de cartón, casas de cartón, escenarios para sus juegos de cartón, teatrillos de cartón, un kiosco de cartón, en fin, con una caja de cartón, una tijera y una cinta de papel estaba feliz. Por eso, recomiendo guardar cajas, pedacitos de cartulina, tapitas, todas esas cosas que se suelen tirar, sirven. Como decían las abuelas "total, para tirar hay tiempo". 

Otra propuesta podría ser colocar objetos en una mesa y que esos objetos inspiren una creación. O pensar en algún problema y tratar de buscar la solución. Como verán, permite hacer muchas cosas.

No me gusta pensar la literatura en términos utilitarios, sin embargo hay libros que, además de la belleza de sus palabras, habilitan otras posibilidades y me parece que está bueno aprovecharlas.

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