¿Qué pasa si el príncipe se queda con una zapatilla pestilente de la hermanastra de Cenicienta y no con el zapato de cristal?
¿Qué pasa si el Gigante del árbol de habichuelas mágicas se come a la madre de Juan?
¿Qué pasa si los enanitos de Blancanieves son apostadores que utilizan el espejo mágico para las carreras de caballo?
Con Cuentos en verso para niños perversos Roald Dahl demuestra, otra vez, que es un transgresor de la literatura infantil. Basta ver el comienzo de Cenicienta, donde denuncia:
"¡Si ya nos lo sabemos de memoria!",
diréis. Y, sin embargo, de esta historia
tenéis una versión falsificada,
rosada, tonta, cursi, azucarada,
que alguien con la mollera un poco rancia
consideró mejor para la infancia…
El método de Roald Dahl es mostrar a los protagonistas sin el velo de inocencia angelical. En esta versión son astutos, decididos. Por ejemplo, Caperucita mata al lobo con una pistola y se hace un tapado de piel. Asimismo, el autor entrelaza cuentos. El cerdito de la casa de ladrillos acude a Caperucita, ya convertida en sicario, para que le resuelva el problema del lobo.
Cuando los niños más grandes dicen "uh ya estamos cansados de los cuentos clásicos", esta es una buena forma de sorprenderlos.
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