"Ratón de biblioteca" es la expresión que se usa para hacer referencia a una persona que lee o estudia mucho. En este libro: "Nueve ratas en busca de un cuento", de Verónica Sukaczer, unas simpáticas ratitas se encuentran en una biblioteca para comer libros. Literal y metafóricamente. Esto es: comer páginas y leer historias. El problema de las ratas es que llega un nuevo gato a la biblioteca. Para evitar que el gato se coma a las ratas hay dos opciones: huir o establecer el mismo trato que tenían con el gato anterior: si las ratas le narran una buena historia al gato, este no comerá ninguna. ¿Sencillo, no? En una biblioteca hay muchas historias y muy buenas, pero el problema es que el gato bibliotecario ya las conoce todas. Entonces, no quedará otra que producir nuevas.
Este libro puede vincularse con el clásico "Las mil y una noches" y con "Historias a Fernández", de Ema Wolf, en el que narrar buenas historias es cuestión de vida o muerte. En el libro de Ema Wolf la narradora hace una reflexión acerca de la composición de la historia, si puede llegar a aburrir al gato o no entenderse, es decir, piensa en el destinatario, algo que todo escritor debe tener en su cabeza.
En cambio, el libro de Verónica Sukaczer pone atención en otro aspecto de la escritura. Las ratitas mientras escriben aprenden lo que es "la cocina de la escritura", aquellos debates que se hace uno mientras escribe: qué pasa si damos vuelta la oración, la necesidad de la reescritura, etc. Esto es sumamente interesante porque muchos chicos piensan que los escritores escriben de una sus libros. Y se molestan mucho cuando uno les pide que vuelvan a su historia para mejorarla. Frases como "me arruinaste la mañana", "Pero, ¿cuál es la nota?", las he escuchado bastante. También he escuchado resoplar y he visto caras de "qué ganas de molestar, por qué no me ponés la nota y ya". También está el que viene con la hoja a los dos segundos con una modificación minimalista de una palabra y dice "ya está".
Es cierto que no todos van a seguir la carrera de escritor, lo sé. Un alumno me lo dijo: "pero yo no quiero ser escritor". Y está perfecto. El tema pasa por aprender. No todos son así, debo decir que siempre hay un grupo que se toma el trabajo de reescribir por el placer de mejorar su historia. Cuando escuché cosas como "¿acá debo reponer el sujeto?" o "hice uno nuevo" y resulta que ese nuevo no es nuevo, es una reescritura sobre la idea que estaba dando vueltas en su cabeza, me llena de emoción. Y mucho más cuando un alumno o alumna se queda muy contento y satisfecho con el producto terminado y decide leerlo a la clase o mostrarlo a sus padres. Mi desafío es motivar a todos para que lo hagan y vivan esa experiencia.
Volviendo al libro, me parece que está muy bien elaborado el relato, que los personajes tienen identidad y que hay unos toques de humor que lo hacen muy agradable de leer. Creo que es un libro que va muy bien para chicos de 8 o 9 años en adelante, que puede ir combinado con el de Ema Wolf para establecer relaciones en la conversación literaria. Se podría hacer una actividad pidiendo un relato para ese gato o trabajar con ambos gatos (el de Sukaczer y el de Wolf) y escribir sobre cómo sería una charla sobre las historias que les narran.
Otra cosa importante es dialogar acerca de la unión entre el placer de la lectura y la escritura. El que quiere escribir debe leer mucho y el que lee mucho siempre tiene ganas de escribir algo (aunque no quiera dedicarse a la escritura, por supuesto).
El libro fue editado por Norma y las ilustraciones tan expresivas y acordes a la historia son de Cristian Bernardini.
Este libro puede vincularse con el clásico "Las mil y una noches" y con "Historias a Fernández", de Ema Wolf, en el que narrar buenas historias es cuestión de vida o muerte. En el libro de Ema Wolf la narradora hace una reflexión acerca de la composición de la historia, si puede llegar a aburrir al gato o no entenderse, es decir, piensa en el destinatario, algo que todo escritor debe tener en su cabeza.
En cambio, el libro de Verónica Sukaczer pone atención en otro aspecto de la escritura. Las ratitas mientras escriben aprenden lo que es "la cocina de la escritura", aquellos debates que se hace uno mientras escribe: qué pasa si damos vuelta la oración, la necesidad de la reescritura, etc. Esto es sumamente interesante porque muchos chicos piensan que los escritores escriben de una sus libros. Y se molestan mucho cuando uno les pide que vuelvan a su historia para mejorarla. Frases como "me arruinaste la mañana", "Pero, ¿cuál es la nota?", las he escuchado bastante. También he escuchado resoplar y he visto caras de "qué ganas de molestar, por qué no me ponés la nota y ya". También está el que viene con la hoja a los dos segundos con una modificación minimalista de una palabra y dice "ya está".
Es cierto que no todos van a seguir la carrera de escritor, lo sé. Un alumno me lo dijo: "pero yo no quiero ser escritor". Y está perfecto. El tema pasa por aprender. No todos son así, debo decir que siempre hay un grupo que se toma el trabajo de reescribir por el placer de mejorar su historia. Cuando escuché cosas como "¿acá debo reponer el sujeto?" o "hice uno nuevo" y resulta que ese nuevo no es nuevo, es una reescritura sobre la idea que estaba dando vueltas en su cabeza, me llena de emoción. Y mucho más cuando un alumno o alumna se queda muy contento y satisfecho con el producto terminado y decide leerlo a la clase o mostrarlo a sus padres. Mi desafío es motivar a todos para que lo hagan y vivan esa experiencia.
Volviendo al libro, me parece que está muy bien elaborado el relato, que los personajes tienen identidad y que hay unos toques de humor que lo hacen muy agradable de leer. Creo que es un libro que va muy bien para chicos de 8 o 9 años en adelante, que puede ir combinado con el de Ema Wolf para establecer relaciones en la conversación literaria. Se podría hacer una actividad pidiendo un relato para ese gato o trabajar con ambos gatos (el de Sukaczer y el de Wolf) y escribir sobre cómo sería una charla sobre las historias que les narran.
Otra cosa importante es dialogar acerca de la unión entre el placer de la lectura y la escritura. El que quiere escribir debe leer mucho y el que lee mucho siempre tiene ganas de escribir algo (aunque no quiera dedicarse a la escritura, por supuesto).
El libro fue editado por Norma y las ilustraciones tan expresivas y acordes a la historia son de Cristian Bernardini.
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